Seleccionar página

Tres periodistas, tres profesores

por | May 18, 2025 | Diario | 0 Comentarios

Yo era “solo un niño”. No cualquiera. Uno inconforme, criticón, ansioso de ver el mundo como me lo prometieron. Era un niño insatisfecho con el colegio, con las conversaciones que tenía, con la gente que conocía. Un nadie queriendo ser todo. 

Clara no lo sabe. Juan Carlos no lo sabe. Jesús Abad no lo sabe. Pero ese diciembre teniendo trece años, con mi amiga Luisa, cambió para siempre mi vida. 

Estoy seguro que mi historia sin esos cinco días escuchándolos decirme que el periodismo era salir a la calle, tal vez hubiera sido otra cosa -o bueno- quizá me hubiera tomado más años llegar al mismo punto. De alguna forma tres profes, generosos conmigo, me regalaron una luz para mirar al futuro. Y yo me aferré a su destello hasta que me encendí. 

Juan Carlos siempre me pedía responder preguntas sobre qué pensaba de las cosas. Él me insistía en tener algo para decir. Me daba pistas, me mostraba caminos, después opinaba conmigo. Nos reímos durante todos estos años de cosas que tal vez eran solo graciosas para nosotros. 

Con Jesús Abad una foto fue todo lo que necesitaba. Mírame aquí. Clic. Eso fue todo. Después de eso siempre me ha dicho colega. Con los años le conté que quería ser periodista. Me dijo que no me lo recomendaba y que el periodismo no era un pregrado y que había que saber de algo primero. 

De Clara me acuerdo que, un día, entre pasillos de su oficina y pasando después de esas galletas famosas de mantequilla que ofrecían en ese periódico, vi en su escritorio lo más importante que aprendí de ella. En una nota pegada en una de las paredes del escritorio, decía: “soy un paranoico al revés. Siempre sospecho que la gente está planeando algo para hacerme feliz”. 

Yo era “solo un niño” y de repente la vida me cambió. Qué fortuna saber que para mí había un regalo en forma de tres profesores. Tres periodistas. Una luz que ellos me mostraron para que después yo encendiera la mía. 

He estado pensando en todos los profesores que me cambiaron la vida. El dolor de cabeza que debí haber sido para muchos de ellos. No debe ser divertido ese estudiante que todo lo cuestiona, el que se distrae con cualquier cosa más interesante que el tablero. El que desprecia las malas lecturas o desea saber algo más emocionante. 

En el colegio, después de toda esa aburrición, recuerdo a Angelo, el profesor de español. Un día, sentados en la banca que estaba justo al lado de donde era la sala de profesores, me dijo: -yo no entiendo que es lo que dicen de vos. En realidad no me pareces un muchacho tan especial. 

Ahora solo alcanzo a sentir un destello de lo que sentí por esos días con quince años escuchando a un señor quizá treinta años mayor decir que yo no era nadie especial. Y tal vez no lo era, todavía.

Ahora que lo pienso, quizá su regalo fue saber que el peligro más grande para un estudiante de quince años, es sentirse verdaderamente alguien especial. Ya no sé si esa duda también se quedó en mí y creció más que la certeza. No importa. Lo que sí estoy seguro es que la duda me llevó a abrirme caminos que nunca antes imaginé sin caminar por el mundo pensando que todos me deben algo.  

Mis profesores son un regalo. Aún cuando vinieron en forma de Angelos (que recuerdo varios). Una cosa parece cierta y es que, de alguna forma sin todos ellos y ellas, muy poco de lo que pienso hoy estaría en mi cabeza. Es más, estoy seguro que sin ayuda jamás hubiera descubierto -por pura obstinación- qué tan especial se necesita ser para que alguien opine lo contrario.

¿Algún pensamiento? Déjalo en los comentarios

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Y si te antojas de más, aquí te dejo:

Cuando voy subiendo

Cuando voy subiendo

Me metí a una clase de improvisación y a otra de danza contemporánea. Escribí este blog para hablar sobre recuperar mi fuerza haciendo cosas que me sacan de la vida que tengo.

leer más